Por: Eduardo Lora
Tomado de Revista Dinero, edición 3 de marzo 2017
No tiene sentido hablar de "la" tasa de desempleo, como si todos los colombianos tuviéramos el mismo riesgo de tener que buscar trabajo. Una cosa es la tasa de desempleo masculina, que está en 6,3% (según las estadísticas más recientes del Dane para todo el país) y otra es la tasa de desempleo femenina: un alarmante 10,8%, que afecta a más de 1'126.000 mujeres. Si hombres y mujeres tuvieran las mismas posibilidades de conseguir empleo, la situación laboral colombiana sería más parecida a la de Estados Unidos, donde la tasa desempleo es exactamente la misma para hombres y mujeres (4,8%). |
Si usted es una mujer dispuesta a salir a trabajar, sus chances de encontrarse desempleada son mayores si es casada y si tiene hijos pequeños, pero son menores si es jefe del hogar. También ayuda que usted tenga educación técnica o profesional y que el resto de la familia tenga ingresos altos.
Si nada de esto le sorprende es posiblemente porque lo ha vivido en carne propia. Mientras que la sociedad está organizada para que los hombres puedan trabajar tranquilos, para la mayoría de mujeres trabajar por fuera del hogar implica un conflicto, debido a las normas culturales que establecen que la crianza de los niños y el cuidado del hogar son tareas femeninas. Si la mujer quiere trabajar, tiene que encontrar un empleo que interfiera lo menos posible con "sus" responsabilidades. Y eso no es fácil. Si la mujer carece de los medios para buscar con calma, como le ocurre a la mayoría que son jefes del hogar, tiene que autoemplearse o aceptar muy malos trabajos. Y las que sí tienen los medios para buscar el empleo que les conviene, toman mucho más tiempo en encontrarlo si tienen hijos pequeños que cuidar.
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El machismo no es igual en todas partes. En Barranquilla o Pasto, la situación para las mujeres que quieren trabajar es todavía más difícil, pues prevalece la tradición de que la mujer que tiene un esposo que "pueda sostenerla" no debería trabajar, haya o no niños que atender. Al menos este prejuicio ya casi no existe en Bogotá o Bucaramanga. donde se considera que toda mujer tiene la obligación de trabajar, tenga o no pareja o hijos.
La legislación, que supuestamente busca proteger a la mujer, con frecuencia tiende a reforzar la cultura de que el cuidado de los niños es un asunto de las mujeres. La reciente extensión de la licencia de maternidad de 14 a 18 meses fue debatida en el Congreso y anunciada orgullosamente por sus autores con argumentos sexistas. Pero, al elevar los costos para las empresas de contratar mujeres en edad fértil, con seguridad reducirá el empleo de las mujeres jóvenes (como se comprobó con la anterior extensión de 12 a 14 semanas).
Por supuesto, no todo es cultural. La distancia a los sitios de empleo puede determinar si una mujer con hijos pequeños consigue emplearse o no. Por ejemplo, entre las mujeres casadas más pobres de las comunas de Medellín, la tasa de desempleo de las que viven más lejos de los sitios de trabajo es casi siete puntos porcentuales más alta que la de las que viven más cerca. Y si en Bogotá lograran reducirse a la mitad los tiempos de viaje a los puestos de trabajo, no cambiaría la tasa de desempleo, ¡pero saldrían a trabajar 40% más mujeres!
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La falta de guarderías es otro impedimento para que las mujeres puedan trabajar. En las comunas de Medellín la cercanía a un jardín infantil hace una gran diferencia para las madres solteras más pobres que tienen hijos pequeños: las que viven a menos de 500 metros de un jardín infantil tienen el doble de participación laboral que las demás. Paradójicamente, esto eleva el desempleo, porque muchas más mujeres pueden ahora salir a buscar un empleo.
Por consiguiente, las normas culturales, la movilidad y la provisión de jardines infantiles son asuntos fundamentales para las mujeres. El problema es que casi siempre son los hombres los que se declaran guardianes de la cultura y los que deciden en qué se gastan los recursos públicos.
Estas son algunas de las conclusiones del libro "Desempleo Femenino en Colombia'' que acaban de publicar el Banco de la República y el BID con las investigaciones de equipos de varias universidades y del mismo Banco de la República (editado por Luis Eduardo Arango, Francesca Castellani y yo).