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Factores protectores frente a la violencia contra la mujer  La inequidad de género y la discriminación han sido identificadas como las raíces primigenias de la violencia contra las mujeres y las niñas, según explican organismos especializados en el tema, como ONU Mujeres. 

Tanto las inequidades como la discriminación son fruto de desequilibrios de poder de orden estructural, entre mujeres y hombres, que se han perpetuado a través de la historia en grados distintos en todas las comunidades en el mundo. 

Además de la falta de poder y control de ellas, la violencia contra las mujeres está relacionada también con las normas sociales que definen los roles de hombres y mujeres en la sociedad y consienten el abuso.

Para poner fin a la violencia contra la mujer es importante conocer los factores de riesgo y actuar para prevenirlos. La prevención implica toda acción que impida la aparición del problema de la violencia contra la mujer y la disminución de consecuencias negativas. Prevenir supone reducir los factores de riesgo de que mujeres y niñas sufran violencia y aumentar los llamados factores de protección.

Factores protectores
El concepto de factores protectores se refiere a las influencias que modifican, mejoran o alteran la respuesta de una persona a algún peligro. En suma son los que permiten al ser humano afrontar y superar problemas de la vida.

Entre las acciones que tanto la sociedad como las mismas mujeres pueden emprender para modificar las situaciones y reducir los riesgos de que mujeres y niñas sean víctimas de violencia figuran:


Educación secundaria completa para niñas (y niños)
 

Directamente vinculada con la clase social y el nivel de ingreso, la educación es primordial en la prevención de la violencia de género. Estudios recientes de organismos mundiales muestran que niveles más altos de escolarización, especialmente de educación secundaria completa para niños y niñas, están asociados con una reducción en las tasas de violencia de género en varios países. 
 

Las niñas escolarizadas pueden evitar otras formas de violencia y prácticas perjudiciales tales como la mutilación genital femenina y el matrimonio precoz; así como contribuir a acabar con estas prácticas con sus hijas y las generaciones futuras. Por ejemplo, en Mozambique, el 55 por ciento de las niñas que solo tienen estudios primarios contraen matrimonio antes de cumplir 18 años, mientras que tan solo el 8 por ciento de las niñas con educación secundaria están casadas.

Además, estudios muestran que extender la formación de las niñas durante un año más puede aumentar sus ingresos futuros del orden del 10 al 20 por ciento.


Retardar la edad de matrim​onios hasta los 18 años
 
El matrimonio infantil, precoz y forzado es una práctica que afecta negativamente los derechos de las niñas, niños, hombres y mujeres, pero que tiene una repercusión negativa desproporcionada en ellas. El Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) informó de que la mayoría de las contrayentes del matrimonio antes de los 18 años viven en países en desarrollo, tienen un nivel de educación bajo, viven en zonas rurales y en condiciones de extrema pobreza.

Lograr la autonomía económica de las mujeres y acceso a entrenamiento de sus capacidades, crédito y empleo
 

Estudios en diferentes países han mostrado cómo el acceso de las mujeres a opciones de autonomía económica, como programas de microcrédito, se ha asociado con niveles más bajos de violencia doméstica. Esto gracias tanto a la canalización de los recursos a las familias pobres a través de las mujeres, como a la participación de éstas en reuniones periódicas y acceso a relaciones y contactos sociales.

Garantizar los derechos de las mujeres a poseer tierras y propiedades, a la herencia, a una paga igual por un trabajo igual, y a un empleo seguro y decente es también una necesidad. Las oportunidades económicas y laborales desiguales en detrimento de las mujeres son un factor primordial que perpetúa su permanencia en situaciones de violencia, explotación y abuso. 


Impulsar normas sociales que promuevan la equidad de género
 
Según el Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer, la violencia contra las mujeres está profundamente arraigada en la discriminación y en las desigualdades de género. Una mejora en la igualdad de género implicaría una menor prevalencia de la violencia contra las mujeres. Los datos disponibles muestran una relación inversa entre la igualdad de género y la violencia doméstica. Este hecho se confirma en el caso tanto de malos tratos físicos como sexuales. Por tanto es necesario invertir en procesos sociales que promuevan la equidad, particularmente en educación, salud y derechos reproductivos; así como en el empoderamiento político y económico de la mujer, lo que podría contribuir en buena medida a la reducción de la pobreza y al desarrollo en general.

Mejorar los servicios institucionales
 
Los países que han avanzado en el fortalecimiento de servicios institucionales en materia de salud y derechos reproductivos para las mujeres reflejan menores niveles de violencia contra éstas. El llamado es a instaurar servicios que articulen respuestas con calidad (servicios judiciales, de seguridad/protección, sociales y de salud) con dotación de personal con conocimientos, capacitación y entrenamiento adecuado. 

Acceso a grupos de ayuda y fortalecimiento de redes sociales
 
Las intervenciones que promueven el apoyo mutuo, la pertenencia a grupos, el apoyo de una red social y familiar,  y el fortalecimiento de factores de resiliencia han mostrado efectos positivos en la reducción de factores de riesgo relacionados con eventos de violencia contra las mujeres. 

Por ejemplo, en un estudio efectuado en Nicaragua se documentó la importancia de disponer de una familia capaz de responder o intervenir en caso de violencia. Extensos programas en Bolivia enfocados a los factores de resiliencia en las mujeres evidenciaron resultados exitosos en empoderamiento y fortalecimiento de habilidades para la vida en las mujeres participantes. Estos trabajos mostraron como factores protectores importantes frente a la violencia contra la mujer, las potencialidades que ellas pueden aplicar en su vida cotidiana como el humor, la autoestima, la resistencia, la capacidad para relacionarse, la importancia de tener iniciativas y de equilibrar el ser personas independientes y tener redes de apoyo social y emocional.

Factores protectores en violencia sexual
Uno de los tipos de violencia de mayor prevalencia contra las mujeres es la violencia sexual. Frente a ésta se han identificado como factores protectores:

Niveles de conocimiento de los derechos humanos sexuales y reproductivos.
Desarrollo de aptitudes personales, habilidades para la vida, estilos de vida saludables.
Reconocimiento y expresión de emociones y sentimientos.
Reconocimiento del cuerpo público y privado.
Responsabilidad por su seguridad personal y por la dirección de su proyecto vital.
Positiva autoestima, autoconcepto, autoimagen y autodeterminación.
Educación para la vida familiar.
Existencia de oferta de servicios sociales fundamentados en la equidad, la accesibilidad y la credibilidad.
Relaciones equitativas entre hombres y mujeres.
Promoción del buen trato institucional.
Educación sexual y oportuna en su dimensión integral.
Creación de ambientes favorables.
Reforzamiento de la participación comunitaria.
Enseñanza de la prevención del abuso sexual en las escuelas y colegios. 
Combatir el estigma de la violencia sexual que impide a muchas mujeres denunciar los abusos.
Favorecer el acceso a educación y recreación mediante políticas públicas disminuye las situaciones de riesgo.
Luchar contra las situaciones de discriminación.
Apoyo social y existencia visible de redes comunitarias.

Fuentes de información:
ONU Mujeres.
Organización Mundial de la Salud.
Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer.
Organización Panamericana de la Salud. 
Plan Internacional ONG.

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